Interludio I - Re - No Hay Siesta

Entre "Carta Bajo la Manga" y "Horno y Forja".

La ciudad le ofrecía un sin fin de cosas, pero luego de una mañana bastante movida, lo único que quería el Elibir era recostarse unos minutos y quizás tomar una siesta. Se acercó a un arbol y, sin darse cuenta, puso la mitad de su cuerpo sobre una Impkin que acababa de recostarse bajo él.

—Oh! Oh! Lo siento, no era mi intención, no te vi allí -dijo el joven mientras se ponía de pie, bastante avergonzado.
—¡Argh! ¡Ogh! ¡Me ahogo! ¡Ayuda! -chilló la Impkin como si hubieran aplastado un juguete. Sus calmos pensamientos de encontrar riquezas se esfumaron al instante—. ¡Ah! Mi... ¡Mi tesoro! —exclamó de manera exagerada mientras se sentaba como podía.
—Te... ¿Tesoro? ¿Rompí algo? —preguntó el joven un tanto alterado, buscando algún objeto destrozado en el piso. No creyó haber puesto mucho peso sobre ella.
—No... Solo era un sueño, que desgracia —suspiró el pequeño ser de celeste piel y overol púrpura de no más de medio metro de altura. Su pelo castaño rojizo podría haber llamado más la atención de no ser por las traslucidas alas violetas que colgaban de su espalda como por arte de magia—.  ¡Rompiste mi sueño, malvado gigantón! ¡Ay, ay! Y también mis piernas... Me duele, no puedo moverlas. ¡Ay, ay, ay!
—¿He roto tus piernas? ¡Debemos ir por in doctor? —dijo el joven en real miedo mientras se preguntaba si la pequeña raza era tan débil físicamente.
—Auch... Ay... No, no, estaré bien. Ay... De veras, me pondré bien —dijo teatralmente mientras movía despacio sus pequeñas piernas—. ¿Ves? Pero no podré moverme por ahora.
—Es bueno ver que no haya sido nada grave. ¿Necesitas ir a algún lugar? Podría llevarte si no te molesta —ofreció más calmo apuntando con su pulgar sobre su espaldas—. Y mi nombre es Regnaeh, pero puedes decirme Re.
—Hola... —saludó de vuelta mirando con malicia el arco y espada del Elibir—. Digo, mucho gusto, señor Regnaeh. ¡Ay, ay, ow! Aun no pueda decir que es un gusto que lo conozca de esta forma. Soy Mixelpixeliriclea —vio la cara atónita del joven al escuchar el enrevesado nombre—. No te molestes en tratar de pronunciarlo, solo llámame Mixel. ¡Ouch! Tengo un poco de hambre y sed.

Realmente preocupado, Re se agachó y sacó un poco de pan e hidromiel que había guardado del desayuno y se los entregó con cuidado a la Impkin.

—Pues tengo esto, me disculpo nuevamente, Mixel —agregó sonriendo—. Tus ropas son llamativas, ¿trabajas en la ciudad?
—¡Uy, pan! —se exaltó la pequeña estirando sus brazos y dando una mordida desesperada—. ¡Hmmmmm! ¡Delifiofo! —exclamó sin tragar, escupiendo unas cuantas migajas mientras escuchaba la pregunta de Re—. Hm... ¿Mis ropas? No, no trabajo aquí realmente, recién llegué ayer a la ciudad, vengo del sur —agregó moviendo sus piernas con suavidad.
—Oh, yo llegué hace cuatro días apenas, he tenido un estadía... interesante —respondió pensando en el siguiente trabajo que tomaría y pensando que quizás tener aliados aventureros sería una buena idea—. ¿Sabes combatir, Mixel?
—¿Interesante? ¿Qué podría ser interesante de este lugar? No veo bestias enormes ni boligomas de energía flotando por la ciudad —reclamó, agudizando su tono unos segundos—. ¿Ah? ¿Qué si se combatir? ¡Me encanta combatir! En mi Rancho hacíamos torneos con balas de pintura.
—¿Boligama? ¿Boligoma? ¿Qué es eso? —preguntó bastante interesado, mientras sacaba un pequeño cuaderno, pluma y papel—. No, no, no es momento para esto —se detuvo dejándolo a un lado antes de distraerse más—. Preguntaba si combatías porque planeo ayudar a los leñadores en La Arboleda, cerca de mi pueblo natal, al sureste de aquí, dicen que vieron a un oso negro cerca de su campamento.
—¡Oh, vaya! ¿Un oso negro? ¡Eso si que es interesante! ¡Quiero ver uno de cerca! —gritó exaltada agitando sus alas—. ¡Ah! Pero primero debo arreglar el letrero del Jabalí Sonriente, prometieron que me darían dinero si lo hacia.
—¿Se ha caído de nuevo? —rió mientras se imaginaba el trozo de madera cayendo sobre un cliente desprevenido. El joven se sintió un poco más relajado, viendo que la Impkin se encontraba cómoda conversando con él luego de su vergonzosa presentación—. Bueno, si terminas con eso y nos encontramos, ¿te parece ir juntos? Creo que necesitaremos toda la ayuda posible, ¿no?
—¡Claro! Habrá una recompensa, ¿verdad?
—¡Diez Coronas de Oro! —dijo con el joven con energía— Puedo comprar bastante comida con eso.
—¡Entonces cuenta conmigo!
—Genial, espero sea una gran colaboración. Te avisaré cuando vaya por el trabajo, espero puedas ir. Por mi parte debo retirarme, me dirigía a visitar a una amiga en la ciudad —dijo el joven colocándose de pie luego de estar de rodillas por un buen rato—. Disculpa nuevamente por aplastarte, te dejo esa botella de hidromiel.
—Ah, no te preocupes, ¿eh? Soy pequeña pero fuerte —subió sus brazos sobre la cabeza, haciendo una pose—. Ya veré como llegar a casa
—Si deseas, puedo llevarte a donde estés viviendo, ¿estás en una posada?
—Ya vete, estoy bien, de verdad —rió Mixel de manera juguetona mientras se ponía de pie—. No puedo aprovecharme de alguien que me dio pan e hidromiel —agregó cruzando los brazos y haciendo pucheros por no poder sacar más ventaja del Elibir—. Te devolveré el favor cuando cacemos a ese oso
—¡Hey! Tus pies están bien —la miró, bajando los hombros y entrecerrando los ojos, pero finalmente riendo—. Bueno, fue oportuno que llevara comida encima entonces, esperaré esa ayuda de vuelta. ¡Nos vemos, Mixel!
—Hasta luego, Re y ten cuidado en quienes confías —dijo la Impkin riendo cómplice, esperando que el grandulón aprendiera algo.

Al día siguiente, Re miraba el tablón de anuncios en el Jabalí, esperando...

—¿Pero cómo? ¡No! —nuevamente la mitad de la posada se giró hacía Re, entre molestia y sorpresa— Lo siento, lo siento.

"Alguien ya tomó el encargo del oso... Fuimos muy lentos. Bueno, habrá que estar más atentos a la próxima, espero no le ocurra nada a la gente de Kael."